Para Dietmar Elger, el Dadá no era un movimiento exclusivamente artístico sino literario, musical y filosófico. “Era todo eso y al mismo tiempo todo lo contrario… A grandes rasgos, el período de actividad del movimiento dadaísta puede establecerse entre 1916 (año en que se funda en Zurich el cabaret Voltaire) y comienzos de los años veinte, época en la que en París se da por finiquitado el dadaísmo…”.[1]
Hana Höch
En Rastros de Carmín, una historia secreta del siglo XX, Greil Marcus sostiene que el ‘dadá , complejo movimiento internacional, fue esencialmente un ataque a las tradiciones tanto artísticas como políticas. Sus primeras actuaciones públicas fueron pensadas para ultrajar lo convencional, pero todas las manifestaciones tenían en común un comportamiento antisocial, el nihilismo y un deseo de provocar una gran conmoción…’.
El dadá fue una leyenda de libertad sólo después del hecho; en el momento en que ocurrió era un mito gnóstico del siglo XX. Era una historia secreta no sólo de la Gran Guerra sino de toda la poesía de tengo-una-cita-con-la-muerte escrita para extraer un significado de la guerra, o en términos dadá, para justificarla.[2]
Raoul Hausmann
Raoul Hausmann
El clima político que se vivía en Europa a principios del siglo XX fue propicio para la expansión del fotomontaje dadaísta, que se desarrolló en Berlín, París y Moscú, donde adquirió distintos nombres; por ejemplo, el renombrado fotógrafo John Heartfield nombraba a sus imágenes como Foto-Graphik, Foto-Plakat o Foto-Einbäde.[3] En la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el fotomontaje fue nombrado como constructivismo y se puso al servicio ideológico del partido comunista.
[1] Dietmar Elger Dadaísmo Ed. Taschen., p. 6
[2] Greil Marcus, Rastros de Carmín, una historia secreta del siglo XX. Barcelona. Anagrama, 2005, p. 208
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