En el capítulo La batalla de las imágenes, Roman Gubern afirma que a pesar de la importancia y el protagonismo que las imágenes han cobrado en nuestra cultura, el ser humano lleva tan sólo poco más de 30 mil años fabricando esta suerte de discurso visual, que no ha estado exento de polémicas y discusiones.
En algunos periodos históricos, la creación de imágenes ha sido estimada como una suerte de peligro para la humanidad. La creación de eidolons -que de acuerdo a los libros sagrados nos podría conducir a la idolatría de pinturas, esculturas o cualquier tipo de imagen, por encima de la divinidad- representa el primer tabú sobre la elaboración de las imágenes. El llamado tabú icónico.
Tras la histórica batalla de Bizancio que sostuvieron iconoclastas e iconófilos, la iglesia aceptó el uso de éstas para la doctrina y el rito religioso. Gubern nos indica que fue Toribio de Benavente, compañero de Hernán Cortés y fundador de la primera misión de su orden religiosa en México, quien expuso en sus memoriales las funciones que se le atribuían a las imágenes:
1) sustitutos afectivos
2) apoyo del recuerdo
3) instrumento de dominación política al servicio de la adoración a distancia
4) cebo engañoso cuando el virtuosismo del artista produce copias más bellas y elegantes que su modelo.
Los tabúes icónicos no son exclusivos de la historia antigua o de culturas primitivas. Están presentes en el mundo contemporáneo. Reflexionemos sobre estas restricciones en el ámbito familiar, grupal, institucional.