Fotografía: Arturo Ávila Cano. Año 2009.
Por muchos años, tras comprar un libro de la editorial Aperture que comprendía un estudio de la obra de Manuel Álvarez Bravo, una imagen, intitulada Lucy, me causó muchas interrogantes. Al mirar la obra, más allá del aspecto erótico explícito en la fotografía, nos preguntábamos sobre el motivo implícito. ¿Qué llevó a Álvarez Bravo a crear dicha imagen? ¿Por qué la joven con el torso desnudo? ¿Qué es lo que sostiene la joven en las manos? ¿Qué simboismo estaba presente en la obra? ¿Con qué podemos relacionar dicha imagen para aprenhenderla?
Durante cierto tiempo, con el fin de que mis alumnos conocieran la obra de Álvarez Bravo, utilicé la imagen de Lucy para impartir mis clases de fotografía en Blanco y Negro .Y como sucede con muchas cosas, la imagen en cuestión fue quedando bajo una capa de olvido.
Lucy, de Manuel Álvarez Bravo. Plata sobre gelatina.
Acercamiento al histórico busto de Santa Lucía que se encuentra resguardado en el ex convento de Santo Domingo de Guzmán, de la ciudad de Oaxaca, México. Fotografía: Arturo Ávila Cano, año 2009.
Años después, en 2009, al emprender un viaje en solitario a la ciudad de Oaxaca, mientras recorría el impresionante museo del ex convento de Santo Domingo de Guzmán, ubicado en el centro histórico de dicha entidad, me topé con un busto antiguo de Santa Lucía. Observé hipnóticamente la imagen por muchos minutos. La Santa me observaba desde otra época, y yo sentía el peso de esa mirada. Leí la pequeña leyenda que acompañaba el busto histórico, observé la obra a detalle y entonces, en una de las manos de la Santa noté una pequeña bandeja con un objeto que reconocí como un ojo. Se podría afirmar que en una postura platónica la Santa se arrancó los ojos para poder pensar mejor, para que la vista no estorbara sus pensamientos. Otra parte de la leyenda afirma que la Santa fue torturada y los ojos le fueron extraídos por sus captores, celosos de que la Santa no adorara a los dioses paganos y se hubiera entregado a la creencia cristiana. Además, se dice que pese a que los ojos le fueron arrancados violentamente, la Santa seguía observando, en pleno juicio, lo que acontecía a su derredor.
Juicio de Santa Lucía. Oleo sobre tabla, Lorenzo Lotto. Año 1532
Santa Lucía, Óleo sobre madera. Obra de Domenico Beccafumi. Año 1521
Al reponerme del peso de esa mirada, recordé la obra de Álvarez Bravo. Se dice que el maestro de la fotopoesía vivió en Oaxaca durante muchos años, con la que fuera su primer esposa -gran mujer y una fotógrafa talentosa. Quizás muchos años antes de mi presencia en ese lugar, Don Manuel observó los ojos de la Santa tal como yo lo estaba haciendo en esos momentos. Quizás se dejó subyugar por esa mirada portentosa, por la historia, por la tragedia, por la belleza del busto, Quizás la imagen lo persiguió de manera constante en sus sueños, hasta que al fin, en una tarde de 1986 en su casa de Coyoacán, creó su Lucy.
Sobre ella se afirma que es patrona de los ciegos, débiles visuales, de los niños enfermos y de los pobres. También es patrona de campesinos, electricistas, choferes, afiladores, cortadores, cristaleros y escritores. Su fiesta es el 13 de diciembre. Sin ser cristiano ni mucho menos católico, confieso abiertamente que la historia de Santa Lucía me fascina, me abruma por cuestiones personales. Encontré a mi Santa.
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