viernes, 24 de enero de 2020

Aby Warbug, fundador de la Iconografía


  


 Imagen tomada de Photosharing



Aby Warbug es el fundador de la disciplina llamada Iconografía, aunque ésta esté asociada a la figura de E. Panofsky, al que, de acuerdo con George Didi-Huberman, se le considera de manera errónea como el padre fundador. Por medio de sus estudios y de la elaboración de tablas o paneles –proyecto conocido como Atlas Mnemosyne– en los que colocaba imágenes elaboradas en distintos tiempos y espacios históricos, Warbug intentó ver las relaciones entre discursos iconográficos elaborados en distintas épocas. Se afirma que logró crear 60 paneles aproximadamente en las que trataba de establecer una especie de trama de sentido a través de los discursos iconográficos allí presentes. Estudió la presencia de figuras míticas en las pinturas del renacimiento italiano, tal es el caso de La venus de Boticelli en el que estudió la pervivencia de algunas expresiones y gestos de la Antigüedad.

En la introducción del libro Aby Warbug and the Image in Motion, George Didi-Huberman  menciona que la contribución del pensamiento de Warbug puso a la Historia del  Arte en movimiento, “en movimientos, para ser exactos, desde que abrió y multiplicó los objetos de análisis, las opciones interpretativas y las demandas metodológicas [...] No llegó para simplificar la vida a los historiadores, vino a crear tensión en la disciplina, una tensión fértil.
 

En El ritual de la serpiente, reseña la experiencia que vivió con los Indio Pueblo con el fin de indagar sobre los orígenes del paganismo y de la magia, sobre el poder de las imágenes para curar o herir. Estudió la persistencia del culto animista en algunas danzas indígenas así como en representaciones visuales y la importancia de la presencia de los animales en los mitos de esa cultura, en los cultos, ritos y veneraciones.

En su libro Iconografía e iconología. La Historia del Arte como Historia cultural, Rafael García Mahíques afirma que en su sentido moderno la Iconografía es la disciplina de la descripción y clasificación de las imágenes. Como tal es  un enfoque metodológico que toma en cuenta el contexto en el que las imágenes adquieren sentido. Estudia temas y personajes. 

“Las imágenes han sido en cualquier tiempo un fenómeno visual vivo que opera en la Historia transformando aspectos de la vida del hombre y de la sociedad.” Son una vía de conocimiento que nos permite comprender la historia. Palabra e imagen han sido siempre productos culturales, los medios más importantes de nuestra cultura para transmitir información. Una historia cultura se hace indagando sobre ambos fenómenos.

Iconología, iconografía. El estudio de las imágenes













En el ámbito de la historia del arte se entiende a la iconografía y a la iconología como métodos para estudiar las imágenes. El vocablo iconografía deriva del griego y su etimología abarca los términos imagen, figura, representación; así como escritura, composición, registro. Ha significado la clasificación y descripción de las imágenes.

La iconografía es entendida como una disciplina que nos permite conocer el contenido de una representación en virtud de sus caracteres específicos y su relación con determinadas fuentes literarias. En la introducción del libro La ciencia de las imágenes, editado por la Universidad Iberoamericana, se afirma que fue a finales del siglo XVI cuando el humanista Francisco de Medina describió la pintura como la representación de las imágenes en los cuerpos; esos eran, naturales del pensamiento y consideración del alma. Los cuerpos eran formados por la imaginación mediante otro tipo de imágenes. Habría que recobrar la idea de Kant sobre la imaginación como una facultad y el aporte de W. J. T. Mitchell sobre el concepto de imagen mental para entender el pensamiento de Medina.

Dos siglos más tarde, los pintores y tratadistas harían de los jeroglíficos y los emblemas, junto con las imágenes de ángeles y otras visiones, un vocabulario para vincular el discurso iconográfico con la estética y sobre todo con la moral. Los sueños y las alegorías emblemáticas se tradujeron en signos plásticos y literarios inteligibles, como en el caso de la Iconología de Cesare Ripa. 




  




La Iconología de Cesare Ripa (1593) es una obra de figuraciones morales que hacía patente las dos disposiciones naturales que facultaban a Ripa como un emblemista en ciernes. A estas virtudes del intelecto debían sumarse el mérito propio de la erudición histórica (conseguida por largos estudios bíblicos, profanos y mitológicos).1 Césare Ripa emprendió el camino de la moralidad visual mediante su obra en la que las imágenes contienen implicaciones simbólicas.

Las figuras de su Iconología cayeron bien en el terreno de lo moral, lo sacro y lo político en la corte y en la iglesia.“ Con préstamos de distintas y antiguas tradiciones figurativas, tals como la medallística, la numismática, la criptografía y la mnemotecnia, Ripa tuvo el tino de sistematizar sus personificaciones moralizadas… La Iconología era entonces una nueva rama del pensamiento que tenía como estatuto, la descripción de diversas imágenes tomadas de la antigüedad [pero sobre todo de la propia invención].

En su obra, utilizó a las imágenes como estructura discursiva para personificar atributos y características de los vicios, virtudes, humores y temperamentos, hábitos y pasiones. Es decir, ilustraban el comentario que se escribía debajo de la imagen. En la segunda mitad del siglo XVIII, distintas ediciones de esta iconología adquirieron un sentido moralizante y sus imágenes se transformaron para enmarcar al personaje en una escena que colaboraba en la narrativa. 
Otro ejemplo de iconología –entendida como un tratado de imágenes acompañadas de un texto explicativo, es el Tratado de Gravelot y Cochin (1791) que circuló ampliamente en Francia. Son a decir de María de Carmen Alberú, documentos legados por el quehacer artístico que nos adentran a la cosmovisión y cultura de quienes los produjeron. 



1. Jaime Cuadriello, La iconología y el caballero Cesare Ripa, en La ciencia de las imágenes, México, UIA, 1995.